A veces olvidamos qué se siente ser leído. Se nos olvida cómo es escuchar una historia antes de dormir o tomar un libro solo por el simple placer de repetir el cuento una y otra vez. Parecen cosas de niños.
Lo cierto es que en medio de estos tiempos de cuarentena, donde grandes lectores han ofrecido sus voces de manera virtual para narrar cuentos a miles de niños, nos hemos olvidado de que nosotros también, como adultos, necesitamos que nos lean un cuento antes de dormir. Seguro es una mejor opción en vez de ver el noticiero.
Así que lo hice. Decidí que iba a leerle un libro antes de dormir a mi mamá. Invertí los papeles. Ella siempre ha cuidado de mi con grandes historias así que era mi momento de traernos a la calma y al presente leyéndole un cuento.
Elegí un libro al azar de la biblioteca: Adivina cuánto te quiero de Sam McBratney y Anita Jeram. Este es un álbum ilustrado de la editorial Kokinos que de una forma muy tierna y acertada narra la historia de una liebre grande y una liebre pequeña que intentan demostrarse cuánto se quieren. Y se dan cuenta de que a veces describir el tamaño de los sentimientos no es tan sencillo porque el amor no tiene una medida.
Y qué momento más lindo tuvimos con mi mamá leyendo este cuento, además porque ella me lo regaló, entonces era una doble emoción, ella podía ser la liebre grande y yo la liebre pequeña. Lloramos, nos reímos y no hemos parado de leer juntas antes de dormir.
Con estos momentos lectores que sigo construyendo, fortalecí un ritual que por la premura del tiempo subestimamos y olvidamos. Es por eso que los niños disfrutan tanto recibir la historia narrada por sus padres y la razón por la que la promoción de lectura en casa es tan valiosa. Sobre todo, estos momentos nos hacen recordar que las grandes historias para los más pequeños están prescritas para todas las edades y siempre serán una buena excusa para reencontrarnos.
¡Te quiero hasta el infinito, mamá! (Vamos a ver si le gané)