María Fernada jamás pensó que sería escritora. Cuando se encontró con el oficio halló una herramienta para desahogar sus miedos, para vivir vidas que no tuvo y para confesar amores que no fueron correspondidos. Negó su talento para contar historias múltiples veces, solo escribía para salvarse, porque era su lugar seguro.
Hablé con ella como lectora de sus historias y como admiradora se su libro Amigo se escribe con H. También hablamos de sus miedos, de la ficción y, por supuesto, de la infancia.
Si bien es cierto que, la construcción del concepto de infancia está dada por un momento, lugar y una interpretación de ese mundo sobre quién es el niño: ¿Cuál es, en tu experiencia como autora, la definición actual de infancia? ¿Quién es ese público para el que escribes?
Cada vez me lo pregunto más. Dos o tres veces por semana visito colegios y encuentro en los niños ciertas similitudes con la niña que fui cuando era pequeña. Encuentro en ellos pequeños rasgos como la inocencia, la travesura, la curiosidad, la intensidad de ciertas emociones y los miedos. Sin embargo, existen grandes diferencias en el entorno en el que hoy se desarrolla esa infancia y en el que yo viví.
Ahora me parece que la infancia está expuesta más que nunca a distintas formas de violencia. Los niños se sienten tocados por la política mundial, no son ajenos a lo que ocurre. Por eso, la generación crece con ese “run-run” de palabras que se vuelven cotidianas en su contexto como corrupción o violencia sexual. Se forman conceptos a partir de todo eso que resuena. Por eso creo que la infancia ahora es una etapa poco infantil, si la relacionamos con los niños que fuimos antes.
Ahora son más vulnerables, con menos posibilidad para la ternura, para la inocencia y muchas veces crecen en solitario por la ausencia de sus padres, que trabajan todo el tiempo o los dejan al cuidado de terceros. Parecería que todos los recursos de los que hoy disponemos de información y educación deberían de proveerles a estos niños de una vida, de un escenario vital mucho más cuidado, pero ocurre exactamente lo contrario.
Así como la idea de que el concepto de infancia ha evolucionado con el tiempo, también cambian las ideas sobre cómo debería ser o tener un libro para niños. En ese sentido: ¿Cuáles son los elementos que desde tu mirada debe ofrecer este tipo de libro?
Primero me pregunto: ¿Cuál es la literatura que deberíamos proponer a los niños? Y ¿Cuál es la que se están encontrando más a la mano, la literatura que los maestros prescriben o la que los padres están eligiendo?
Ahora me encuentro con una serie de libros o corriente de libros, si puedo llamarla así, que pretende ayudar a los niños a sortear las dificultades que los rodean. Por ejemplo, aprender a manejar sus emociones, o hablar sobre el divorcio, la soledad, los miedos. Muchos de estos textos se convierten en un soporte y ayuda para que los pequeños puedan asumir sus dificultades, si es que deberíamos llamarlas así. Es una literatura infantil, que llega con subtítulos “este libro para” trabajar emociones, la muerte o la misma vida.
Un libro tiene que ser, sobre todo, una buena compañía. El libro infantil tiene que ser entretenido, divertido, ese objeto que el niño no quiere dejar ahí. Por eso la literatura infantil tienen la maravillosa posibilidad que tiene toda la literatura, más allá de para qué publico sea, su misión es acompañar, entretener, ser una fuente de imaginación, es una ventana para escaparte de la realidad.
Y ahora lo que veo es cómo las editoriales te piden orientar su catálogo a temas como el matoneo, por mencionar un tema. Te indican de qué hablar y aunque es importante referirse a ciertas cosas, no podemos dejar de lado que la literatura es literatura. No es un género de autoayuda, la literatura no hará las veces de psicólogo, ni de pedagogo, ni de padre, la literatura tiene otra función.
¿Cuál fue tu primer momento lector?
Es un momento que tengo muy claro. Fui una niña tremendamente tímida, tímida de tener que ir al psicólogo, no hablaba con nadie, tenía miedo de ir al colegio y de que mis papás me abandonaran. Una niña incapaz de relacionarse con otras niñas. Para mi el colegio fue una cosa horrible.
Pero a los 11 años me ocurrió algo buenísimo. Me enfermé de hepatitis y eso me obligó a estar encerrada un mes en mi cuarto, sin televisión. A mí me fascinó porque no iba al colegio.
Me pasé cuatro semanas enferma y en la primera ya estaba aburrida porque se iban acabar las cosas que hacer. No era una niña lectora y mi familia tampoco.
Un día de sorpresa me visitó mi tía y trajo con ella un regalo, era un libro. En ese momento pensé que era el peor regalo, que me iba aburrir. Pero como no tenía nada más que hacer leí el libro, era nada más y nada menos que Las Aventuras de Tom Sawyer. ¡Desde ese día, morí de amor!

Ese libro me pareció que era lo más maravilloso que me había pasado. Lo disfruté mucho pero apenas había pasado una semana y me quedaban tres de encierro. Entonces, con esa experiencia tan fresca de haber podido escapar de mi hepatitis gracias a Tom Saywer, abrí mi cajón y allí encontré un diario. Uno que nunca había escrito porque nunca tenía nada que contar pero que ahora me motivaba a crear mis propias historias.
Entonces leer y escribir nacieron al tiempo …
Sí y comencé escribir sobre esa vida que no tenía y a crear mil historias. Me inventé una vida de una niña que se llamaba como yo y que tenía 11 años, como yo, pero ella era toalmente distinta. Ella era divertida, tenía amigas, no era tímida, ella viajaba, era linda, tenía novio.
Esa primera lectura de Las Aventuras de Tom Sawyer y esa escritura que surgió de mi diario, de esa vida que comencé a inventar, porque la mía no me gustaba, se convirtieron para mi en mis superpoderes.
Cuando pasaron las semanas y el médico regresó a mirar como seguía me dijo que ya estaba curada. Me dijo: “María Fernanda, desde mañana puedes hacer tu vida normal otra vez”. Y recuerdo que él me lo dijo como si fuera la mejor noticia pero para mí era la peor porque lo normal no me gusta, la normalidad es horrible.
Con los nuevos superpoderes que tenía, prefería quedarme a vivir en esos dos espacios que me habían logrado sacar de la realidad. Para mi ese libro y mi diario lograron lo más extraño y maravilloso en mí, me dejaron ver que podía escapar, que había otro espacio para mí y que no estaba condenada a solo vivir en la realidad.
Gracias al encierro me encontré con la literatura y nunca más me volví a sentir sola. La lectura y la escritura vinieron gracias a mi hígado enfermo, siempre le estaré agradecida a la hepatitis.
Y así como llegó la lectura y la escritura, te inclinaste en tu carrera profesional por el diseño gráfico, entonces ¿cuándo llegó el dibujo?
Yo no pensaba que escribir pudiera ser una actividad a la que pudiera dedicarme. Para mí escribir y leer era tan divertido como jugar en la calle o montar bicicleta. Desde los 11 años no he parado de escribir. Pero a los 17 años cuando salí del colegio y elegí una carrera, la escritura no estaba en mis opciones y no me consideraba escritora. A mi me gustaba dibujar, era una actividad que podía hacer sola y como había sido tímida, cualquier cosa que me condujera a la soledad me hacía sentir segura y fuerte. Cuando tomé la decisión opté por diseño gráfico para ilustrar libros y cuentos. Eso sí en los cuatro años de carrera no dejé de escribir.
Aún así la vida te encaminó hacia la escritura …
Sí y ocurrió algo que marcó mucho mi camino. En una ocasión, cuando era estudiante de diseño vino a Quito, Ecuador, el escritor e ilustrador brasileño Ziraldo Alves Pinto. Yo lo admiraba muchísimo porque en la carrera habíamos estudiado sus obras y una especial, Flicts, que era brillante por la cromática, los símbolos y la sencillez para escribir.

Entonces asistí a la conferencia que iba a dictar y llevé mi portafolio de dibujos en todas las técnicas posibles para enseñárselos. Llegué como cuatro horas antes de la conferencia para garantizar la primera fila. Esas ilustraciones las hice en función de un cuento infantil que escribí, uno sencillo al que no presté atención porque era más importante la imagen para ese propósito y además en ese momento me sentía orgullosa de los dibujos.
Durante la espera apareció Ziraldo y me preguntó por qué estaba tan temprano en la charla si no había empezado. Le conté mi historia y bueno dije todas esas cosas ridículas que uno le dice a las personas que admira.
Ziraldo, me dijo que le enseñara mis dibujos. Así lo hice y expliqué cada uno de ellos. Cuando terminé él me sonrió y me dijo: “¿Supongo que quieres mi opinión?” Yo le dije “¡Por supuesto!” y entonces procede: “Como ilustradora eres bastante mala pero deberías darte cuenta de que aquí lo que vale es el cuento, tú eres escritora”.
Entonces, me decepcioné mucho e insistí en que quería ser ilustradora. Ziraldo me volvió a responder : “Si quieres ser ilustradora de cuentos no te voy a contradecir, tu eliges tu camino. Vas a mejorar pero nunca vas a ser excepcional. En todo caso, tú eres escritora, no pierdas el tiempo”.
Y yo pensé, en ese instante, que me decía eso porque me quería confundir, porque mis ilustraciones estaban tan mal que sus comentarios eran un consuelo. Entonces me enojé, me quedé en la charla y me volvió a mirar cuando se fue y reiteró: “No pierdas el tiempo, valen son tus historias”.
Aún así no le creí y trabajé durante 10 años como diseñadora en publicidad. Seguí escribiendo en paralelo sin saber que eso me conduciría a la literatura.
Pareciese que la escritura y la ficción te ayudaron a encontrarte …
La ficción me salvó porque tenía la capacidad de crear otras realidades en las que yo, consciente de ser inventadas, podía emocionarme con ellas las sentía reales y eso es lo fantástico.
Y quizá cuando digo que la ficción me salvó, muchos podrían pensar que no, pero yo recuerdo esa niña extremadamente timida, sola, triste, llena de miedos y cómo, de pronto, a partir de la lectura y la escritura, cambié. Ya la vida no me parecia tan horrible, me parecía divertida.
El mejor regalo que pude recibir después de Tom Sawyer fue una maquina de escribir que me dio mi abuelo. Me pasaba las vacaciones escribiendo diálogos entre personajes con una amiga imaginaria, con un novio. Todo lo que no podía decir en esa normalidad lo escribía y por eso, insisto, me salvó.
¿Cómo has superado tus miedos a través de la ficción y la literatura?
Yo siento que la literatura sigue siendo para mi un permanente testimonio de mis temores, de mis miedos. No hay obra donde no aborde un miedo. Sigo escribiendo para luchar contra los miedos, esa es mi razón. Sigo escribiendo porque apacigua la ansiedad y angustia que me generan ciertas cosas atemorizantes, la palabra me devuelve durante un tiempo cierta tranquilidad. Cuando yo tenía miedo a peder a mi abuelo, la literatura me permitió revelarme contra ese miedo y decir muy bien te lo llevas pero yo lo traeré cuando quiera. Y de vez en cuando en mis libros siempre hay un abuelo o una abuela, es mi rebeldía contra esa vida que no puedo controlar, que se me lleva personas y momentos.
Mis libros están atravesados por un lenguaje del humor, es mi manera de abordar temas mas dificil y espinosos. Mi desafio es crear historias entretenidas para hablar de temas dificiles.
El primer cuento que publicas es para tu abuelo
Gracias, es el primer cuento que publico cuando me doy cuenta que mi abuelo está enfermo y con el dolor más grande del mundo. Mi abuelo había sido un personaje importantísimo, el sostén de mi vida. Cuando soy consciente de que mi abuelo se va, como una avalancha de certeza, soy consciente de que se terminó la infancia.

El día que pierdo mi abuelo dejo de ser niña, ya no existe ese personaje que seguía mirándome como si fuera una criatura. Y comencé a ser grande y sentí un dolor de grande. Que me desgarraba como grande, ahí escribí Gracias. Este cuento no lo pensé como un libro de literatura infantil, lo escribí pensando en mí para transformar el dolor y con una manera especial
¿A qué te refieres con la forma en que escribiste el cuento?
Había desarrollado una forma particular de escribir, sin querer o planearlo a raíz de una ruptura de pareja que tuve a los 24 años. A partir de esa clásica ruptura de telenovela, quedé hecha polvo, fue una ruptura brutal que me llevó a vivir sola porque necesitaba un espacio para llorar en paz, sin mis papás.
Entonces comencé a escribir sobre ese dolor que tenía dentro. Y ese dolor coincide con la muerte de mi abuelo. Yo temía que en cualquier momento mis papás, que estaban preocupados por mi, cuando me visitaran encontraran los relatos que escribía y se dieran cuenta que seguía triste.
Para evitar eso, empecé a escribir textos en los que no hablaba un hombre o una mujer, hablaba en vez una mariposa y una montaña o un oso y una estrella. Jamás se me pasó por la cabeza escribir algo infantil, en realidad, todos esos métodos eran para ocultarme a mi, a mi dolor. Entonces si alguien los leía podían pensar qué bonito escribe María Fernanda y ya está, no pensaban en que fuera algo personal.
¿Cuando se dieron cuenta qué tu eras la protagonista de las historias?
Una amiga encontró en una ocasión la libreta donde escribía y pensó que eran cuentos. Entonces me dijo que los iba a llevar donde un amigo de ella, que era editor de libros infantiles.
Yo no la quise contradecir, ella había estudiado conmigo, era ilustradora, trabajaba en una editorial y se los llevó. En ese instante yo solo pensé ¡Qué pena con el editor!
Unas semanas después, recibí la llamada de ese editor diciéndome que quería publicar todos esos cuentos, eran 15. Quería publicar una colección para niños prelectores, de cuatro a cinco años. Yo solo pensé: ¡Están todos locos, esto no es para niños! El editor pensó que yo era la loca y me dijo que la colección funcionaba, me insitió y acepté.
Entre los cuentos estaba también Cómo debo hacer para no olvidarte, que recibió el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Darío Guevara Mayorga
¡Sí! Cuando gané solo pensaba que el mundo estaba loco porque no entendía como un cuento que era tan íntimo, tan telenovela, primero estuviera publicado en una colección infantil cuando yo no me sentía cercana a la infancia y, segundo, que fuera la razón para que empezara a recibir llamadas de editoriales para escribir.

¿Finalmente decidiste arriesgarte y escribir para niños?
Sí, después de varios años de trabajar simultaneamente en publicidad y escribir, entré a trabajar a Santillana pero en marketing. Allí conocí el mundo de la literatura infantil porque comencé a leer a grandes autores como Roal Dahl que me hicieron alucinar con sus historias. Y a medida que fui leyendo me di cuenta de qué quería hacer y comencé a escribir y a publicar hasta que en el año 2002 hice mi primera novela, Amigo se escribe con H.
Después de la ruptura que me llevó a escribir Cómo debo hacer para no olvidarte, que fue toda una descarga emocional, pasan unos años hasta que en 2001-2002 me enamoro de H. H era un amigo colombiano que vivia en Ecuador y él no se enamoró de mí.
Yo escribí este libro por las mismas razones que los anteriores: no sabía cómo sacarlo de mí. Todo lo rumiaba, se quedaba dentro hasta que no podía más. Así que lo escribí sin ninguna intención de publicarlo, solo de sacarlo, de decir: ¡ay dios, él ya se fue y no le he podido confesar lo que siento porque el piensa que somos amigos!
Igual que en la novela, H me contaba sobre sus relaciones y sus emociones. Entonces escribí la historia y la guardé. Durante unos meses la única que la leyó fue una amiga que trabajaba como editora de libros de texto escolares.
Ella leyó toda la novela y sabía la historia de H. Cuando terminó me pidió permiso para conservar la copia que le había dado. Yo le dije que sí, siempre y cuando nadie la leyera, sobre todo, H. Después me enteré que ella viajó a Colombia y había postulado mi historia al Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma Fundalectura (2003).

¿Y cuando conociste la noticia qué pasó?
¡Casi me muero! La ventaja que tenía era que el concurso era en Colombia así que nadie sabía quién era yo, ni conocía mi historia. Al final me emocionó la fe que tuvo mi amiga, que ni yo tenía en mi. En ese momento pensé, pues no voy a ganar entonces no va a pasar nada. Yo leí las bases del concurso y decían que las obras que no ganan se destruyen y dije bueno ya está la destruyen y H ni nadie sabrá qué pasó.
Pero la historia cuenta otra cosa …
Sí, pasaron unos meses y me llamaron a decirme que había ganado el premio. No solo eso, mencionaron que el premio consistía en un anticipo económico y en su publicación en TODA Latinoamérica. En ese momento pensé, bueno no creo que vayan a darle tanta importancia en Ecuador. Y tampoco tuve razón. Al día siguiente fue noticia en todo lado y yo solo pensaba en H.
Hacía poco tiempo que H se había ido a vivir a Colombia. La historia no había terminado bien y aunque no tuvimos una relación de pareja, tanto se resquebrajó nuestra relación como amigos que el archivo de la novela lo arrojé a la basura en todas sus formas. Y justo cuando me anuncian que gané me dicen que necesitan el archivo digital de la novela y yo no lo tenía. Justifiqué que era la autora y mentí un poquito sobre cómo perdí el archivo.
Al final el libro se publica, voy a la Fería del Libro de Bogotá a presentarlo y todo fue alucinante. H me visito en el stand para firmar los libros, él había leído la novela y como decía en el libro era muy buen lector y verlo allí fue como cerrar el ciclo de la historia.
“La historia mas bonita que teníamos que vivir es esta, la que está en la ficción”, esa fue la dedicatoria que le escribí en su copia.
Creo que hay historias que en la realidad no se dan y que en la ficción es donde encuentran todo el espacio para florecer.
De nuevo aparece la ficción
Yo le doy gracias a la ficción. Porque cuando hay niños que me preguntan porque elegí el final que escribí para H y Antonia les digo que hay historias en las que el mejor final es que dos personajes se digan adiós a tiempo porque si se quedan juntos no habrá “final feliz”.
De tus proyectos, ¿cuál consideras ha sido especialmente importante en tu trayectoria?
Hoy hago lo que hago gracias a Amigo se escribe con H. Nunca imaginé que un amor no correspondido, que me llevó a escribir una historia que era solo para mi, fuera la puerta más importante para mostrar mi trabajo fuera de Ecuador.
Hablemos de Los días raros, cómo nace esa historia que hiciste con Roger Ycaza y que además fue ganadora del XVIII Concurso del Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento.
Roger Ycaza es mi amigo del alma, mi compañero en los 14 -15 libros que hemos trabajado juntos, es un amigo entrañable y tan pronto nos conocimos hubo un flechazo de complicidad en este trabajo de escribir e ilustrar.
Roger es la primera persona a la que yo le entrego un texto para que lea y siempre estamos compartiendo de primera mano lo que hacemos. Entonces, hace unos años, él quería escribir un libro que tenía que ver con sus fantasmas y dolores, me preguntó si lo ayudaba y por supuesto le dije que sí. En esa revisión del material que él había adelantado le propuse que según las frases y las ilustraciones que me envió podía escribir la historia.
Y este libro sucedió a la inversa porque normalmente yo escribo y el ilustra después. En este ocasión tuve las ilustraciones y textos previos entonces me sujeté a todo por respeto a su trabajo y a la historia que me había confiado. Era un dolor, un sufrimiento y un pasado en el que debía caminar en puntitas para armar la historia. Le propuse tres historias.
Me llamo unos días después llorando a mares. Elegimos la historia que los dos sentimos era la adecuada. Los Días Raros es un cuento de Roger, yo soy un accesorio feliz y agradecido. Esa historia es él, ese adiós y esos días raros le pertenecen. Mi tarea era trasladar al papel y convertir en historias sus sentimientos. Por eso el final dice: “Lo bueno que tienen los días raros es que un día se aburren y se van”.

¿Cuál sería el consejo que darías a alguien que se quiera dedicar a ser autor de libros para niños?
A quien quiere escribir primero le diría que debe leer muchísimo. A veces pensamos que somos capaces de crear historias alucinantes y resulta que hay que pasar por una librería y mirar hacia a un lado o al otro y volver a la tierra. Un escritor debe leer mucho hasta que escuche su voz, que encuentre eso que se va a convertir en su motor para contar historias. Hay que escribir con humildad, con la certeza de que somos obreros de palabras y luego debemos despójarnos de todo prejuicio sobre lo infantil. El hallazgo más grande que he tenido es que lo que yo pensaba de infantil no lo era.
¿Y el mejor consejo que te han dado a ti hasta ahora?
El consejo mas importante que me dieron no fue pensando en la literatura infantil sino en la escritura. Cuando yo trabajaba en publicidad mi jefe me dijo que las tres claves para un nuevo proyecto eran: primeor, escribir con las palabras más sencillas que puedas encontrar, escribir bien no quiere decir escribir con palabras con 25 sílabas. Segundo, escribe para otro ser humano no un académico, permite que las emociones se deslicen por las palabras, de hecho las palabras más bonitas son aquellas empapadas en emociones. Tercero, tu nombre no importa, importa la obra, trabaja para ella. Los aplico todos los días.
¿Qué consejo le darías a los padres para que sus hijos se acerquen a la lectura?
Que lean y sean un ejemplo. Ver a un padre leer con gusto queda en la memoria de los niños. Si hay algo irresistble para cualquier ser humano es una historia bien contada, por eso les diría que lean y que exploren libros para niños y jóvenes.
No tiene chiste recomendar algo que no has leído, que no conoces y que no te divierte.
Informate, déjate recomendar por el librero, escucha a tu hijo y conócelo y que esa curiosidad te lleve a ayudarlo a elegir un libro. Si es irresistible encontrar o enfrentarnos a una buena histoira, entonces que sea el padre o la madre quien transmita el relato hace que esa relación con la lectura se vuelva natural y aún más especial. A mi me encantaba cuando mi abuelo me recomendaba libros, pensaba que si él me está hablando de uno es porque tenía que ser bueno.
¿Cuáles son tus próximos trabajos?
Estoy trabajando en un proyecto en el que hablo sobre el abuso sexual infantil. Como comenzamos hablando en esta entrevista, hay libros que ayudan para algo y libros que son buena companía, que sucitan y entretienen. Mi propósito con los próximos volúmenes que siguen la historia de Los Fantasmas tienen buena letra (2018) , es que en esta novela corta el lector resuene, haga suyo el texto y se conecte con la historia. Los fantasmas son la representación de un miedo y debemos saber sortearlo.
¿Nos recomiendas un libro?
Un autor al que leo y releo y es Stefan Zweig, La Colección Invisible es mi favorito. También recomiendo a autores como Roal Dalh, su prosa es maravillosa y aborda cualquier tema con un desparpajo que me encanta. Morí de amor leyendo Un pasito y otro pasito de Tommy de Paola. Cuando descubrí estos autores para mi la literatura infantil alcanzó otra dimensión. Conocí a autores como Elvira Lindo y su historia Manolito Gafotas, es una escritora tremenda.