Para empezar la #FILBO2018, comparto con ustedes una reseña del libro Una Historia Sencilla de la escritora argentina, Leila Guerriero.

Cinco minutos de frenesí

Como si buscara desenfundar un arma sobre la más vulnerable de sus víctimas, quien baila malambo se deshace sobre el piso de madera y dispara cada movimiento de ssus pies con tal agilidad, que el rasgueo de la guitarra no alcanza a superar las mudanzas que su zapateo demanda. 

Primera mundanza, ese término que describe la primera fase del baile, sobre la cara del bailarín se derraman gotas de sudor, de sacrificio de humildad. En esta conocemos qué es el baile del malambo, dónde ocurre y cuál es el Festival de Laborde. Después zapatea más duro y Leila Guerriero, escritora y periodista argentina, nos presenta su libro Una Historia Sencilla, como quien baila esta danza hace una coreografía con sus palabras para narrar la historia de Rodolfo Gonzáles Alcántara, bailarín de malambo campeón del año 2012.

Pero no solo es él el protagonista de esta hsitoria, son todos aquellos que con su tenacidad dejaron a un lado, por más de un año, las horas de sueño y descanso para participar en el festival que para ellos significa la vida entera. Un evento de tal magnitud que bailando nacen y mueren y buscan el triunfo por el reconocimiento heróico como en la antigua Grecia, donde el honor más grande era darlo todo por la patria y escribir su propio destino.

Se siente cada zapateo descrito por Leila. Se genera una cierta intimidad con el lector que le permite vivir el festival de cerca, cada pérdida y celebrar cada logro. Es un libro que genera preguntas y respuestas, es sumergirse en un baile que no necesita más de cinco minutos para desgarrar lo que se siente en una vida. Genera una curiosidad casi infantil de saber quiénes son los protagonistas y una nueva obsesión: saber cómo se baila malambo.

Portada una historia sencilla

El malambo es una forma de arte y de catarsis casi exclusiva de los hombres, una forma de entregarse como ningún otro atleta lo haría. Además, no solo es cuestión de preparación física como otro deporte que lo implique, es una formación mental, un estudio de personaje donde se encarne el ser gaucho que representa cada mudanza. Quien acepte el desafío, porque lo es, debe encarnar cinco atributos: austeridad, coraje, altivez, sinceridad y franqueza.

Ojos testigos, oídos zumbando por la música y un sueño acumulado por un trasnocho impuesto. Un año donde cultivan la vida de un atleta sano y responsable para la noche de sus vidas donde deben entregar todo a la madrugada de un día de enero. Leila transmite la electricidad del escenario, la ansiedad de las familias, la realidad de un hombre común que es asutero y sufrido, su escencia es la humildad y deben reflejarla en cada repiqueo de sus pies.

Tal vez una de las frases más emotivas del libro es cuando la autora quiere describir qué ocurre en una de estas presentaciones y afirma:

“Ellos golpean el piso como si quisieran arrancarle una confesión”. Guerriero 

Sí, qué lenguaje más sencillo y bello, quién pensaría posible arrancarle una confesión al piso, pero lo es, y por eso el poder que tiene la danza se ve en el espíritu y en el corazón de cada participante.

Segunda mudanza, Rodolfo entra al escenario y se repite antes de entrar que es un campeón, que ya lo es por tener el honor de participar en un enuentro y así lo da todo, da todo de sí para quiene lo están viendo. Su repiqueo es perfecto, se mueve con rudeza  pero sin perder esos movimientos delicados, primero baila con estilo del norte y luego del sur. Y entonces se ve en él la identidad latinoamericana, enseña cómo es de esta tierra, como dice la autora, “es un toro dispuesto a embestir”, un animal que no solo debe ser en sí mismo todo un gaucho sino parecerlo.

El gaucho que baila malambo no lleva una mascara, ni es un pachucho mexicano como el que propone Octavio Paz en El laberinto de la soledad. No es un imitador, y su autodescubrimiento en un ser original y auténtico lo hace más especial porque no buscar seguir una moda. Ser malambista es tener un estilo de vida que no lleva disfraz, es solo sinceridad y nunca niega la sociedad de la que procede. El bailarín de malambo no solo baila, se muere. Muere porque si es campeón no puede volver a participar en otro certamen, un acuerdo tácito, así que siempre se juega su último malambo.

En el ser latinoamericano encontramos la muerte siempre presente. Según Paz, ella está presente en las fiestas, pensamiento y amores, la muerte tiene una particularidad, seduce.

“La fascinación que ejerce la muerte sobre nosotros quizás brote de nuestro hermetismo y de la furia con la que la rompemos. La presión de nuestra vitalidad, constreñida a expresarse en formas que la traicionan, explica el carácter mortal, agresivo o suicida de nuestras explosiones. Cuando estallamos, además, tocamos el punto más alto de la tensión, rozamos el vértice vibrante de la vida. Y allí, en la altura del frenesí, sentimos el vértigo: la muerte nos atrae”.  Octavio Paz 

Es por esto que el baile es muerte. Ataca con furia en un tiempo efímero de cinco minutos y llega al frenesí, al punto más alto del vacío: baila, ataca, repiquea y se entierra. Es un golpe que sabe en su humildad que a pesar de querer ganar va a perder, pero tal vez esta es la más honorífica de las pérdidas.

Una historia sencilla, la historia de un hombre común en su grandeza, citando al poema No te des por vencido de Almafuerte, “necesita del agua y no la implora”.

Una historia sencilla2

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