La familia Ruiz Johnson está rodeada de historias y libros. La mamá de Mariana se dedicaba a la ilustración infantil y su papá diseñaba tapas de libros y era un gran dibujante, ambos estudiaron bellas artes. De ahí que Mariana, desde muy pequeña, dibujara y tuviera al alcance materiales para hacer sus propios libros y también se viera influenciada para transformar su gusto y habilidad por la ilustración en su carrera.
Mariana también es mamá de dos chicos que han inspirado sus historias así que no es de extrañar que los juguetes, habitaciones desordenadas y actitudes de sus hijos las podamos leer y encontrar en sus libros.
Y si me cuentas conversó con ella para hablar sobre su trayectoria y su más reciente publicación La gallina y el monstruo, una de las novedades para la Feria Internacional del Libro de Bogotá de la editorial Cataplum Libros.
¿Cómo llegaste a la literatura infantil?
Mariana Ruiz Johnson (M.R.:): Siempre vi cómo eran los procesos de edición y de ilustración de libros en mi casa, fui testigo de cómo se podía llegar desde una idea a un libro. Cuando era chica me sentaba y hacía mis propios libros con papel, lápices y tijeras. Además, creo que el gran motivo de acercarme a la literatura infantil fue gracias a mi mamá porque me cantaba, me leía libros, nos dedicábamos a explorar las ilustraciones y esos momentos de conexión con ella fueron fundadores para mí.
¿Qué historias recuerdas que te marcaran la infancia?
M.R.: Mi mamá era de familia inglesa entonces me leía clásicos como Ricitos de Oro y los tres osos, Los tres chivos y cuentos que vienen de esa tradición y que fueron significativos para mí. Después yo crecí y empecé a tener la necesidad de leer mis propios libros y tomar mis propias decisiones lectoras. Para eso me llevaban a las librerías y empecé a leer autores argentinos porque aquí hay una gran oferta de literatura infantil y juvenil.
¿Cómo das inicio al proceso creativo desde las dos miradas que tienes?
M.R.: Me interesa explorar todas las áreas del libro infantil y juvenil y del libro ilustrado en general. Por ejemplo, las historietas, los libros para bebés y los libros silentes. Yo estoy escribiendo todo el tiempo, no solo libros para chicos sino también poesía, por ejemplo. La palabra es algo que necesito ejercitar y explorar todo el tiempo. Es el universo donde me siento menos segura, tal vez la imagen es algo que domino más por una cuestión de tiempo y experiencia. Son dos mundos que funcionan juntos y cuando trabajo con autores me gusta mucho meter mi ojo en la palabra del otro y acompañar su proceso de escritura.
¿Cómo es el ejercicio creativo de hacer un libro álbum desde la ilustración cuando no eres la autora de la historia?
M.R.: Parte del ejercicio consiste en analizar qué sucede cuando un texto y una imagen funcionan juntos y cómo esa relación la puedo potenciar para ofrecer un nuevo sentido al lector. Para mi es importante que el lector pueda extraer eso de la imagen y tenga un rol activo en la lectura. Generalmente siempre busco que haya diferentes capas de lectura, esa es mi búsqueda. Mi objetivo es que el lector mire la imagen en una primera instancia y le genere un impacto, luego de ese impacto estético encuentre que hay segundas historias, humor y relatos que suceden en el fondo para que la lectura no sea lineal. Y para hacerlo desde hace un tiempo vengo ejercitando una manera de mirar que me permite encontrar la sinergia entre texto e imagen. Mi labor como ilustradora de un texto ajeno es que mi voz aparezca en las imágenes, que aporte algo a esa historia y que me den libertad para hacerlo.
¿Cómo fue la construcción de La gallina y el monstruo, el libro que trabajaste junto a Triunfo Arciniegas y que publicó Cataplum Libros?
M.R.: El texto de La gallina y el monstruo es una historia sencilla que tiene una línea narrativa muy simple y que asocio con un público de niños pequeños. A mi eso me sedujo, es un terreno que quiero explorar porque tengo dos hijos pequeños. Así que quise mantener el espíritu del texto en la simpleza, que fuera sencillo de leer y que los personajes se reconocieran. Es un texto lleno de muchísima ternura y quería mantener eso. No hay una complejidad grande en las ilustraciones, pero sí hay mucho trabajo en el ritmo, en el encuadre cuando el personaje encuentra ese “monstruo” en el bosque. Trabajé muchísimo la secuencia y el color para que fuera cambiando según el momento del día y se fuera generando la idea de un bosque, uno de los protagonistas del libro. Sobre todo, mi intención era mostrar la relación de ternura entre los personajes, la gallina, sus hijos y ese nuevo pollito que adopta en su familia.
¿Qué técnicas utilizaste para este libro?
M.R.: Para este libro trabajé muchísimo en digital. Utilizo a veces texturas o colores que tengo hechos a mano y después los escaneo.
¿Ser mamá cambió tu forma de narrar?
M.R.: Sí, muchísimo. Desde que tuve hijos empecé a mirar el mundo con sus ojos, de manera más fresca. Ha sido más fácil conectarme con la mirada infantil con los niños. Yo creo que quienes nos dedicamos a hacer libros para chicos debemos tener algo de esa mirada. Poder bajar a su altura y empezar a mirar el mundo de nuevo con ese asombro y con el juego a flor de piel se traslada muchísimo a mi manera de contar una historia y también le quita un poco de pretensión. Me ayuda a conectarme con cosas más simples, con el humor, con elementos que los chicos disfrutan y que les interesa y que se pueden trasladar a las ilustraciones. Ser mamá también te quita prejuicios porque con ellos te das cuenta que no tienen todas las capas de formación que tenemos los adultos. Hay elementos que incorporo a mi trabajo que tienen que ver con su forma de ver las cosas. Mi trabajo se lo dedico a ellos, son mis primeros lectores y les gusta lo que hago.
Mi hijo pequeño todavía no sabe que los libros son míos o que los hago yo, pero me encanta porque muchos de los que hice son sus preferidos.
¿Cuál experiencia con los niños te ha dejado asombrada y la compartiste en tus historias?
M.R.: Tuve la necesidad de transformar mi experiencia de maternidad en un libro y escribí Mamá (Kalandraka), un poema. Más que una historia, es un libro que habla de algo universal que es ser mamá, es una sublimación de una experiencia personal. Además, ganó VI Premio Internacional Compostela de Álbum Ilustrado en 2013. Después de ese libro, escribí El viaje de mamá (Kalandraka), un libro que cuenta la historia de una mamá elefanta que se tiene que ir de viaje y el hijo se queda en casa con papá. Ese libro surge de una experiencia personal concreta, debía ir a recibir un premio a Italia que implicaba irme varios días de viaje, 10 días cruzando el océano y estaba muy nerviosa y afectada por dejar a mi hijo. Entonces empecé a armar esta historia para contársela a él para que entendiera que iba a regresar después del viaje y que si se quedaba con su papá todo iba a estar bien. Finalmente, la experiencia se transformó en un libro.
¿Cuáles han sido uno de tus trabajos preferidos como ilustradora?
M.R.: Todos los he disfrutado, pero a Mamá le tengo un cariño especial, es un libro que me trajo muchas satisfacciones y que genera muchas cosas en la gente que lo lee. Me pasa algo parecido con Mientras Duermes, un libro silente que maneja la narración a partir de las imágenes y también parte de la experiencia personal. Tiene que ver con mi nueva relación con la noche a partir de ser madre y entender que la noche es un terreno que los chicos, en las mejores circunstancias, no ven. Es un homenaje a la noche desde la perspectiva de una madre que de alguna manera la extraña y le da todo un nuevo significado. Estos dos libros los trabajé sin objetivos puntuales y los dos terminaron ganando premios, son dos historias muy queridas e importantes.
¿Cuál es tu proceso para crear el guion de un libro silente?
M.R.: Es difícil de lograr. La narración con las imágenes debe estar bien lograda. Lo más importante es tener una claridad narrativa, tener lugares comunes en la secuencia que narras como la paleta de colores porque la prioridad es que el libro se entienda. Aquí uno valora que el texto es el ancla que te ayuda a comprender la secuencia. Por eso debes esforzarte para que la imagen resuelva la historia.
¿Qué papel juegan las guardas como elemento narrativo en tus historias?
M.R.: En un libro álbum todos los elementos cuentan. La tapa, la tipografía, las guardas, siempre me interesan como elemento entre decorativo y narrativo, es una propuesta inmersión. Uno entra al libro a través de las guardas, siempre son un recurso más para narrar.
¿Qué técnicas sueles utilizar?
M.R.: Yo trabajo con acrílicos y témpera, mi formación es en pintura, siempre trabajé con el pincel en la mano. Ahora los tiempos editoriales y maternales me llevaron a trabajar de manera digital. Me interesa mucho el trabajo a mano, por eso tengo libretas donde hago dibujos en otras técnicas. El color para mi es muy importante y lo utilizo muchísimo a nivel narrativo y me refugio mucho en ese elemento como ilustradora.
El rojo siempre está presente en tus ilustraciones
M.R.: Tengo una preferencia personal. El color es lo primero que se me viene a la cabeza cuando me llega un texto o cuando tengo una idea. La paleta de colores es la primera vibración que tengo y lo que me signa el trabajo del libro. A partir de la paleta construyo todo el libro por eso se ve tanto en los resultados. Trabajo con contrastes fuertes de color por eso mis libros son coloridos. Cada libro te pide una paleta diferente por eso lo primero que resuelvo en mi cabeza.
¿Quién fue tu inspiración en la ilustración? ¿Cuáles son tus referentes, lo que te inspira o te influye?
M.R.: Es muy importante estar consumiendo cultura y viendo qué es lo que hacen otros autores y autoras en todas las áreas de las artes. A mi me resulta muy inspirador el cine porque tiene mucho que ver con la narración que requieren los libros álbum, tienen muchas cosas en común con el libro ilustrado. Por eso admiro a grandes directores como Pedro Almodóvar por el manejo que hace del color y la coherencia en sus historias, sus líneas de narración y de estética. También, me inspira la música, es estimulante tomar elementos de otras disciplinas sobre todo cuando una canción llega hondo y conmueve. Además, me gusta mucho mirar las artesanías y obras de culturas populares latinoamericanas. Viajé a México hace unos años y fue un despertar estético porque encontré un montón de ideas para llevar a mis imágenes.
¿Además de hacer trabajos como ilustradora en qué otros proyectos editoriales has trabajado?
M.R.: Hace varios años trabajo para una empresa catalana que se llama Londji donde hago ilustraciones para juegos y rompecabezas. Es muy interesante porque ellos cargan los productos con un enfoque literario entonces se enfoca en la narrativa, en los pequeños chistes que pueda tener la ilustración y en sacarle el máximo provecho a la imagen. Es un trabajo lindísimo, no solamente por el juego sino por las capas narrativas. También he hecho ilustración textil. Eso sí, lo que más me gusta son los libros y el mundo literario, me interesa explorar el libro en todas sus formas, editorial masiva y artesanal.
¿Cuál fue tu primer proyecto a nivel profesional?
M.R.: Cuando estaba en la carrera de bellas artes me di cuenta de que lo quería hacer era ilustrar libros y la carrera no tenía una orientación hacia eso. Entonces empecé a buscar alternativas fuera de la facultad y llegué a la escuela Sótano Blanco, que dirige un grupo de ilustradoras y ahí me empecé a formar más en el proceso de ilustrar libros. Mis primeros trabajos fueron en libros escolares y manuales. Después hice un pequeño libro sobre los colores en cartón y en paralelo hice un proyecto que se llama Irupé y Yaguareté (2010). Ese proyecto lo presenté al Fondo de Cultura Económica y sacó una mención y desde ahí empecé a generar mis propios proyectos.
¿Cuál es tu proyecto ideal?
M.R.: Ahora tengo ganas de trabajar en equipo en un proyecto donde nos sentemos a pensar un libro, donde tenga libertad para aportar mi voz como ilustradora y autora y en donde pueda tener una conversación editorial. Ahora estoy con ganas y necesidad de conversar sobre lo libros y pensarlo en conjunto por eso La gallina y el monstruo de Cataplum me gustó como experiencia porque pudimos conversar entre varias personas y trabajar con libertad, guía y con varios ojos puestos sobre el libro. Un proceso sano y sin intervenciones caprichosas es cuando los libros funcionan de la mejor manera.
¿Cuál es el consejo que le darías a alguien que se quiera dedicar a la ilustración?
M.R.: El mejor consejo que puedo dar es que se rodeen de libros y que vayan a las librerías, que entiendan al libro como una plataforma donde ellos pueden expresar algo. También es importante que no tengan la ansiedad de querer generar solamente imágenes hermosas, sino que entiendan que hay que resolver una cuestión narrativa. También ver cine, obras de teatro y diferentes expresiones artísticas en donde la narración esté como base de la obra. Que lean es lo más importante y que también no pierdan la posibilidad de utilizar las palabras.
El ilustrador que domina el mundo de la palabra o lo entiende va a ser un mejor ilustrador.
¿Cuál es el mejor consejo que te han dado a ti hasta el momento?
M.R.: Mis padres siempre me dijeron culo de fierro, es decir, que debo estar trabajando, no quejándome, sino dibujar y hacer las cosas. Tiene una parte de gimnasia y práctica que viene cuando uno se sienta y se compromete con el trabajo. Si tengo un día en que no estoy muy inspirada, sigo trabajando porque en algún momento va a llegar.
¿Qué consejo le darías a los padres para que sus hijos se acerquen a la lectura?
M.R.: La lectura es la herramienta más sencilla y placentera para compartir tiempo físico y amoroso con sus hijos. Tener una cajita con libros de cartón o que se puedan morder y chupar, tenerla entre los juguetes o en los espacios comunes de la casa, es una garantía de que en algún momento del día te vas a sentar con tu hijo a cantar o leer ese cuento. Van a compartir un momento de apego no forzoso, es un momento de dedicación, de intimidad entre un padre y su hijo que es muy sencillo de hacer. A medida que los chicos van creciendo si eso se mantiene llega a ser uno momento de muchísimo placer porque uno puede leer cosas maravillosas con sus hijos. Ahora estoy leyendo Matilda de Roald Dahl con mi hijo de siete años y me emociono hasta las lágrimas con ese libro, es maravilloso. Es un ejercicio que los niños van a recordar siempre y los padres también.
¿Cuáles son tus próximos proyectos?
M.R.: Estoy trabajando para una editorial argentina en una colección infantil. Es la historia de un personaje que inventamos con una escritora amiga. También, estoy trabajando en un rompecabezas para lo Londji y estoy haciendo con un amigo un libro muy extraño, un proyecto alternativo, una especie de historieta infantil.
Nos recomiendas un libro y un ilustrador
M.R.: Recomiendo a Roald Dahl, es un clásico, maravilloso y placentero de leer hasta para los adultos. Me interesa cómo él percibe la infancia y no le tiene temor a un humor como más gamberro y a poner en palabras cuestiones que podrían ser problemáticas por ciertos editores de literatura infantil.
Recomiendo Scric Scrac Bibib Blub de Kitty Crowther una ilustradora maravillosa, muy cruda en sus imágenes, trabaja con lápices de colores. Este es un libro que habla del miedo a la noche, es la historia de una ranita que tiene miedo y se pasa a la cama de sus padres. Es una temática real, doméstica y las imágenes son hermosas. También les recomiendo ¿Quién come a quién? de Aleksandra Mizielinska y Daniel Mizielinski publicado por la editorial Zorro Rojo. Es un libro informativo y poético que habla del ciclo de la vida, habla de la muerte de una manera natural y sin dramas. Es una pequeña obra de arte.