La primera vez que leí Amigo se escribe con H estaba en cuarto de primaria. Dieciséis años después que lo volví a leer, recordé por qué fue mi libro favorito.
El argumento de María Fernanda Heredia, su autora, es el miedo a la memoria. Una pregunta que tal vez se hace consciente con el paso de los años pero que en la infancia parece más un debate por los amigos lejanos, los abuelos con alzhéimer y el recuerdo del primer amor.
¿Le tienes miedo a la memoria?
Este libro narra la historia de H y Antonia. Dos amigos de colegio y vecinos que entablan una amistad sin igual. Una primera lectura se aproxima a una historia de amor, una en donde el lector se puede identificar con Antonia y encontrarse en su dilema: enamorarse del mejor amigo y no ser correspondido.
Pero con el tiempo, la pregunta que guía esta novela, la de la memoria, evoluciona. Todavía hoy no puedo responder con certeza a la inquietud que plantea Heredia al inicio de la historia. Quizás cada edad tiene un miedo específico al olvido.
Y en ese sentido, ¿de qué se trata el olvido? Según la Real Academia Española, el olvido es la cesación de la memoria y el descuido de algo que se debía tener presente. Entonces, cuando eres pequeño, como la protagonista de esta novela, los miedos están relacionados con las arañas, con olvidar a los mejores amigos en vacaciones, cambiar de curso o incluso olvidar como regresar a casa.
Pero cuando ese lector va creciendo se da cuenta que el olvido pueden ser muchas cosas. Se da cuenta de que el olvido es inevitable y de que no es negativo. Se da cuenta que el olvido abre espacios en la memoria para recordar cosas nuevas y quizás mejores. Y es así como el discurso de esta novela breve parece cada vez más íntimo. Porque una vez el lector repasa sus líneas, alcanza las fibras más sensibles y, como todos, tiempo después, enfrenta un nuevo miedo.
“Yo siempre he pensado que la única muerte que existe es el olvido, que sólo moriremos el día en que aquellos a quienes amamos nos olviden. Tal vez por eso soy escritora, porque quiero ir registrándolo todo. Entonces en esta novela aparece el miedo al olvido y también a ser olvidado. Y es una promesa de memoria que yo deseo cumplir con las personas a las que amo y es también la declaración de que necesito por favor que se acuerden de mí”. María Fernanda Heredia, para la Revista Imaginaria, 2009.
¿Por qué es mi favorito?
Todavía está en mi biblioteca con palabras subrayadas, dibujos y mi nombre en la primera página. Es un texto que cuando lo leí me encantó, lo devoré y ha sido uno de los pocos que permanecieron en los estantes cuando crecí. Es una historia breve, emocionante y tierna. Conecta a los lectores con momentos particulares de su vida: la escuela y los amigos. Es un texto escrito sin pretensiones más que saber que los niños desde su mirada también se plantean preguntas casi filosóficas sobre qué es el ser, qué es la memoria y, por supuesto, qué es la vida.
Premios y reconocimientos
Amigo se escribe con H fue galardonada en el año 2003 con el Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil que otorga desde 1995 Fundalectura y el Grupo Editorial Norma. Este premio es un estímulo para los escritores latinoamericanos que se dedican a esta maravillosa tarea de crear historias para niños y jóvenes. Es considerado como el reconocimiento más importante que se otorga en el campo de la literatura infantil y juvenil en América Latina.
Sobre la autora
María Fernanda Heredia (Quito, Ecuador) es escritora, ilustradora y diseñadora gráfica. Desde 1994 se dedica a escribir libros para niños. Su camino inició por casualidad pero su talento para narrar historias la hacen hoy una de las más reconocidas en en el medio. Ha escrito más de 25 libros, entre novelas y cuentos que siempre retratan momentos de su vida. Algunos de sus títulos figuran en las listas del IBBY, White Ravens, Banco del Libro, Fundalectura y Fundación Cuatrogatos.
En 2014, ganó con Roger Ycaza el Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Vientopor su obra Los días raros.
Nueva edición
En febrero de este año la editorial Santillana publicó una reedición del libro, pero esta vez ilustrado por el ecuatoriano Roger Ycaza.
Cuando era pequeño y cursaba tercer grado, Jairo Buitrago estaba enamorado de su maestra de la escuela.
“Ella nos leía, durante una hora que no era oficialmente para lectura, libros como La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson”, dice Buitrago. Entre muchos otros libros que leyó, su maestra dedicaba siempre cada día a un capítulo de la historia. Esta rutina, dice, fue clave para su acercamiento a los libros.
El escritor e ilustrador colombiano vive en México desde hace siete años. Hablamos con él para conversar sobre su recorrido desde ambos universos y compartir con nosotros su proceso creativo para escribir León y Ratón que hizo junto con Rafael Yocktengpara Cataplum Libros.
¿El libro álbum es un género en construcción?
Creo que está definido hace mucho tiempo. Algunos quieren establecer reglas alrededor de los libros ilustrados, pero a mi no me gusta ponerme bajo todas esas normas o que un libro álbum debería de ser de cierta manera. Mis libros son libros álbum porque corresponden a cierta manera de narrar una historia con imágenes y texto. A mi me gusta hacer libros, así, sin tantas etiquetas.
¿Cómo das inicio al proceso creativo desde las dos miradas que tienes?
Creo que de la misma forma que cualquier escritor. Se me ocurre una idea, pero pasa que pienso en imágenes y no tanto en palabras. A la hora de definir la estructura narrativa le doy mucha importancia a la imagen entonces el proceso tiene varias etapas desde la concepción de la historia. Me parece muy importante el texto, que esté bien escrito y que se acerque al lenguaje poético cuando es necesario o a la síntesis y sea directo cuando se ofrezca.
Y, ¿qué pasa con el proceso de ilustración?
En ocasiones también dibujo todo el libro como lo imagino. Tiene cambios, claro. Ahora, cuando yo no ilustro mis libros reconozco que cada ilustrador tiene su propio universo y lo que procuro es respetar esos mundos. Por eso me gusta conocerlos para saber qué voy a encontrarme cuando ilustren mis historias. He trabajado en dupla con Rafael Yocktengy hemos logrado una simbiosis que buscar muchos autores con sus ilustradores. Con él hicimos León y Ratón para Cataplum Libros. Pero además de Yockteng he trabajado con Roger Ycaza y Juan Camilo Mayorga con quienes he tenido gustos parecidos y al mismo tiempo nos damos libertad para cada etapa del trabajo.
La figura del león es un personaje que se repite en varios de tus libros, ¿por qué?
Por todo lo que representa esta figura a nivel simbólico, gráfico y estético. Es casualidad que tres de mis historias, tengo más con leones, han sido mis libros más logrados como Camino a Casa, León y Ratón y Leonor y Sansón. El león me gusta mucho porque es un animal casi totémico en la historia de la humanidad. Ha estado presente en casi todas las culturas del viejo mundo, es una figura felina de fuerza y misterio.
¿Cómo fue la construcción de León y Ratón?
Este libro tiene una estructura muy simple, es una fabula que tiene muchísimos años y se puede rastrear hasta la Grecia antigua. Ambos animales me parecen personajes muy atractivos, el león con todo lo que significa y el ratón con su astucia y lo indefenso. Esta era una historia que inicialmente hablaba de que un favor se paga con otro favor, pero lo transformé en una historia de amistad. El propósito del libro es ver cómo la amistad puede trascender la forma de ser, tu aspecto físico y lo quise explorar a través del humor que podían tener estos dos personajes antagónicos. Además, gráficamente se ven geniales: el león imponente y frívolo y el ratón parco en su vida cotidiana y abierto a pesar de los miedos.
¿Qué fue primero ilustrar o escribir?
Fue al tiempo. Mi primer libro está ilustrado y escrito por mi se llama El Señor L. Fante lo publicó Babel en el 2006. Pero también he ilustrado para otros autores, hice La casa de Elisa un libro muy bonito de Nora Cecilia Navas. Así que he participado en ambos lados de la historia, escribiendo e ilustrando.
Y entre ambos mundos, ¿elegirías uno?
Me gusta mucho escribir, dedico gran parte de mi vida a las palabras y siento que ese es mi oficio. Me siento más escritor porque además como ilustrador tengo muchas deficiencias técnicas que tengo que suplir.
¿Cuál de tus trabajos es el que consideras el más importante hasta ahora?
Tengo tres libros que han sido muy importantes en mi trayectoria. El primero, León y Ratón, que publiqué con Cataplum, porque creo que es un verdadero libro álbum, clásico, para niños y logré regresar a la intención primaria de que los niños se diviertan con él. El segundo es Los irlandeses que publiqué con Babel y lo ilustró Santiago Guevara. Este libro es un ejercicio mucho más complejo donde ya me puedo desenvolver como escritor y trabajé la parte gráfica de una manera distinta a lo que había hecho hasta el momento. Tercero, Leonor y Sansón, porque creo que es un libro al que le puse mucho de mi interior, es auténtico es uno de mis relatos más logrados.
¿Cuál ha sido el libro más difícil de trabajar?
He publicado varios que han demandado un trabajo complejo. Pero creo que aquí es importante resaltar cada persona que hace parte del proceso de la producción del libro como el ilustrador, el editor, el director de arte y el diseñador editorial. Todos ellos engrandecen algo que yo escribí. Por ejemplo, Los irlandeses fue un libro complejo y lo trabajé junto con María Osorio en Babel de una manera muy exigente y por eso publicamos un libro muy bien hecho. Y bueno, la manera de trabajar aquí un texto es diferente a cómo lo hago con una editorial anglosajona que son más clásicas y que ven los libros para niños desde otra perspectiva.
¿Cuál es esa perspectiva anglosajona?
Los anglosajones tienen temas vedados y los editores son muy sinceros al decirte qué no les interesa y qué si va a gustarle a un público lector. En esa zona del mundo son muy dados a los detalles finales para que el libro sea estéticamente un objeto bello. Ese carácter creo que es lo que falta en las editoriales latinoamericanas que, si bien hay publicaciones preciosas, los anglosajones nos llevan mucho tiempo de ventaja.
¿Y cómo somos aquí frente a las temáticas?
En Latinoamérica somos más complejos en cuanto a temas, un poco más osados en cuanto a lenguaje y situaciones, pero todavía somos muy clásicos en la parte gráfica. Al mismo tiempo tiene que ver con que en Europa y en Norteamérica los ilustradores ya están profesionalizados, se dedican únicamente a ese oficio. Nosotros sabemos que a veces en países como los nuestros no todos los ilustradores son profesionales o por cosas ajenas a ellos no pueden tener la constancia y el flujo de trabajo que tiene un ilustrador en otro país. De todas maneras, como han surgido los libros para niños aquí le ha dado un toque especial a nuestras publicaciones y la prueba es que se entienden allá y acá.
¿Qué te sirve de fuente de inspiración?
Con Los aeropuertos, por ejemplo, un libro que publiqué con la editorial Castillo y que ilustró Juan Camilo Mayorga, la historia es autobiográfica. Todo lo que ocurre en la ciudad con la perrita callejera que quiere ser adoptada, me ocurrió a mí. Yo trato de matizar y de dosificar partes biográficas en muchos de mis libros.
En Leonor y Sansón hay muchas vivencias mías en otro tiempo o parte de mi infancia. Pero también en mis libros hay imaginación y en los que tienen hechos reales recurro a fuentes históricas y soy riguroso frente a la época que me esté refiriendo. Una de las cosas que suelo hacer es incluir detalles de mis propios gustos personales, a veces no se notan mucho y los niños quizás no lo ven, pero son guiños de mi mundo y del ilustrador donde plasmamos nuestras obsesiones o asuntos en el resultado final del libro.
Los Aeropuertos
¿Cuáles son tus referentes, qué te influye?
A mi me gustan muchos los libros ilustrados de los años 60. Creo que fue la época de oro para gran parte de la literatura infantil. Siento que estoy más cercano a los libros ilustrados, para adultos o para niños, que de la literatura infantil en sí. Mi formación como Literato tiene diferentes influencias y de todo tipo. Por ejemplo, el dibujante André François, el ilustrador y también dibujante Saul Steinberg que son referentes de la ilustración. En cuanto a influencias de libros para niños, me gusta Tomie dePaola, Eric Carle, o Maurice Sendak que son autores que admiro muchísimo porque su fuente única de inspiración fueron los niños.
¿Y en ese sentido, es cierto que existe una diferencia entre los libros infantiles frente a otro tipo de libros?
Son buenos libros aquellos que pueden leerse a cualquier edad. Sin embargo, creo que sí hay una literatura y unos libros que están pensados en las necesidades de un niño. Y siento que los álbumes ilustrados, los libros para bebés son la prueba de que esos libros están pensados para alguien que está abriendo sus ojos a las historias, a empezar a enamorarse de los libros y de sus historias. Siento que la poesía que hay en los libros para niños es universal y trasciende.
¿Qué consejo le darías a los padres para que sus hijos se acerquen a la lectura?
Los niños tienen que ser libres para escoger lo que quieren leer, pero también necesitan de una guía sutil que les diga qué leer. Por ejemplo, que de alguna manera se puedan encontrar con un libro que leyó el papá o la mamá cuando eran niños, un encuentro muy afortunado. Yo sé que no pasa todo el tiempo, a veces se necesita que haya una maestra muy especial en la escuela que guie de alguna forma el acercamiento a los libros, pero siento que se puede leer mucho en casa sin necesidad de que se lea tanto en la escuela. Creo que lo primero que deben hacer es que el libro sea un objeto presente en casa, que el objeto libro esté ahí.
¿Cuáles son tus próximos trabajos?
Para Cataplum, voy a publicar un título que se llama Una vida moderna, un libro sobre los objetos como la maquina de escribir, el casete y este tipo de cosas que ya un niño moderno le parece arqueología. Estoy trabajando en un libro para la editorial Océano que se llama Unas Personas, se trata de los pequeños logros heroicos que tienen las personas del común en su día o los hechos que les llenaron mucho el corazón. Hace poco terminé una novela sobre la toma del Palacio de Justicia que se llama Viendo el Fuego desde la terraza y que va a publicar Panamericana.
Nos recomiendas un libro
Recomiendo tres que me gustan: Oliver Button es una nena de Tomie dePaola; Ahora no, Bernardo de David McKee y Gastonde Kelly Dipucchio y Christian Robinson.